Los astrónomos han detectado cómo
una estrella agonizante similar a nuestro Sol volvía a cobrar vida tras
expulsar sus capas más externas al espacio. Este fenómeno puede ser muy similar
al destino que afrontará nuestro Sistema Solar dentro de unos pocos miles de
millones de años.
Esta nueva imagen de la nebulosa
planetaria Abell 30, situada a 5.500 años luz de nuestro planeta, combina
imágenes tomadas en la banda de la luz visible por el telescopio espacial
NASA/ESA Hubble con los datos recogidos en la banda de los rayos X por los
telescopios XMM-Newton, de la ESA ,
y Chandra, de la NASA.
Una ‘nebulosa planetaria’ es el
nombre que reciben las capas, a veces concéntricas, de material expulsado por
una estrella en los últimos momentos de su vida. Vistas a través de los
telescopios de los astrónomos del siglo XVIII, se parecían mucho a los
‘borrones’ identificados como planetas, y ese nombre ha logrado perdurar hasta
nuestros días.
Hoy
en día sabemos que se producen cuando una estrella con una masa menor que ocho
veces la de nuestro Sol se infla en las últimas etapas de su vida hasta
convertirse en una gigante roja. Durante este proceso, fuertes pulsaciones y un
intenso viento estelar arrastran sus capas más externas, que son expulsadas al
espacio.
La
radiación ultravioleta emitida por el núcleo resultante ilumina las capas de
materia expelida, dando lugar a complejas obras de arte que somos capaces de
contemplar con la ayuda de los telescopios modernos.
La
estrella en el corazón de Abell 30 se enfrentó por primera vez a la muerte hace
12.500 años – en una escala terrestre – cuando un lento y denso viento estelar
la despojaron de sus capas más externas.
Ante
los telescopios ópticos, los restos de esta etapa evolutiva se muestran como
una gran cáscara brillante, prácticamente esférica, que se expande por el
espacio. Hace
unos 850 años, la estrella volvió a cobrar vida, tosiendo violentamente nudos
de helio y materia rica en carbono.
La
capa externa de la estrella se expandió brevemente durante este renacer, para
luego volver a contraerse rápidamente, en apenas 20 años. Como consecuencia de
esta convulsión, el viento estelar se aceleró hasta alcanzar su velocidad
actual de 4.000
kilómetros por segundo – más de 14 millones de
kilómetros por hora.
A medida que este rápido viento
avanza y se encuentra con vientos más lentos y con grumos de materia expelida
por la estrella con anterioridad da lugar a complejas estructuras, entre las
que destacan las delicadas colas, similares a las de los cometas, que se pueden
ver cerca de la estrella central en esta imagen.
El
viento solar bombardeando estos densos cúmulos de materia proporciona una
escalofriante imagen del futuro que le podría esperar a la Tierra y al resto de
planetas de nuestro Sistema Solar dentro de unos pocos miles de millones de
años.
Cuando
nuestro Sol emita su último aliento en el corazón de una nebulosa planetaria,
su intensa radiación y viento solar acribillarán y evaporarán cualquier planeta
que haya logrado sobrevivir la fase de gigante roja.
Si
en ese momento alguna lejana civilización observa nuestro Sistema Solar,
seguramente podrá ver el resplandor de las brasas de los planetas, emitiendo
rayos X mientras son engullidos por el viento solar.
http://www.esa.int/esaCP/SEM7BMGPI9H_Spain_
0.html
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.com
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