martes, 18 de septiembre de 2012

CIENCIA: LA CAÍDA DE UN MITO


La ciencia es el estudio del Universo que nos rodea. Así de simple. No permitamos, no obstante, que tal simplicidad nos impida advertir, por un lado, la hipótesis de partida ni, por otro, el significado de estudiar el Universo. 

En primer lugar, el postulado fundamental de la ciencia es la existencia de una realidad objetiva, independiente de nosotros. Supuesto aparentemente inocuo para muchos. Y en segundo lugar, la ciencia supone, mejor aún, reconoce la existencia de entidades cuya mera concepción escapan a la comprensión humana. No hay que avergonzarse. Ciencia es afán de descubrir, ansia de aprender y deseo de aprehender. En este artículo se asumirá la validez del postulado de objetividad y examinaremos las implicaciones del método científico en el progreso humano1.


El método científico puede, grosso modo, clasificarse en dos vertientes. La primera es la experimental, que consiste en la observación de los fenómenos naturales y su posterior intento de reproducibilidad en el laboratorio2. El segundo enfoque, el teórico, se ocupa de la extracción de relaciones formales entre un conjunto dado de fenómenos, así como de la predicción de nuevos resultados que serán sometidos al escrutinio experimental. Ambas descripciones, experimental y teórica, son necesarias para la ciencia, cuyo avance exige un delicado equilibrio entre ambas.

Suele decirse que la ciencia moderna nace con la Revolución Industrial. Confusa afirmación. Personalmente, no tengo nada en contra de tal revolución. No en vano, gracias a ella disponemos de elementos más eficaces para afrontar nuestras vidas, como las vacunas o las comunicaciones. Ahora bien, este enfoque desvirtúa la esencia de la ciencia. El verdadero motor del científico es la pasión por comprender su entorno. No debería ninguna otra motivación gozar de implicación alguna. 

Desgraciadamente, la ciencia moderna se halla profundamente profesionalizada y al abrigo de la coyuntura económica. La gran mayoría de científicos desempeña trabajos regidos por la producción. Para la persona pragmática, esta situación no entraña ningún problema, pues, argumenta, la complejidad de la sociedad actual requiere de la coordinación de todos los sectores. Y si los proyectos científicos se financian, no importa la procedencia, es de esperar que las instituciones, públicas o privadas, exijan resultados. Bueno, concederemos este argumento como parcialmenteadecuado. Insistiremos una vez más: la ciencia sólo se preocupa del estudio de la Naturaleza. No es, ni debe ser, su pretensión la aplicación de sus logros al servicio de la sociedad. No se niega la importancia de tal aplicación; simplemente, se niega la identificación de tales aplicaciones con la actividad científica. Esta negativa está lejos de ser caprichosa: la ciencia, para su progreso, necesita la abstracción sobre las condiciones sociales en aras de un óptimo análisis de la realidad, indiferente a las penurias humanas.


La descrita desvinculación de la esencia científica de las aplicaciones sociales conduce a dos ideas, relacionadas entre sí, no exentas de controversia. Ideas que expondremos y defenderemos a continuación. La primera tiene que ver con la profesionalización en determinados campos de la ciencia. La segunda, con las esperanzas que la sociedad deposita en ella.

Pedro Naranjo Pérez
Ciencia, Método Científico, Filosofía
http://www.redcientifica.org/ciencia_la_caida_de_un_mito.php
http://www.catedraderamiro.blogspot.com

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