lunes, 3 de septiembre de 2012

ILUSIONES CAUSALES. CÓMO REDUCIR EL IMPACTO DE LA PSEUDOCIENCIA


Pulseras milagrosas, medicamentos alternativos que la gente cree que funcionan pero que son un auténtico timo, cada vez se venden más remedios que sin ninguna base científica y con total impunidad se están introduciendo en nuestra sociedad. ¿Por qué parece que funcionan?

Desde hace ya muchos años se han realizado en laboratorios psicológicos de todo el mundo numerosos experimentos sobre cómo las personas percibimos las relaciones causa-efecto, y también sobre supersticiones e ilusiones causales (p. ej., Allan y Jenkins, 1983; Langer, 1975; Shanks y Dickinson, 1987; Wasserman, 1990; Wright, 1962).

Esto nos permite tener actualmente teorías bastante precisas sobre cómo funciona la mente humana a la hora de asociar causas y efectos en situaciones en que la causalidad es real y también cuando es ilusoria (es decir, cuando no existe pero las personas creen percibirla); tanto que, si simulamos estas teorías en un programa de ordenador y dejamos que el programa aprenda a asociar causas y efectos como lo hacemos los humanos y los animales, el programa (o robot) acabará desarrollando también supersticiones e ilusiones causales (Matute y cols., 2007).

Recientemente hemos publicado algunos posts relacionados que quizá convenga leer antes que este (“Superstición y método científico” y “¿Por qué somos supersticiosos?”), pues clarifican algunos conceptos. Lo que aquí quisiera presentar es un resumen de algunos de los experimentos que hemos realizado sobre este tema en nuestro propio equipo de investigación, Labpsico.

En los experimentos psicológicos sobre supersticiones e ilusiones causales lo que interesa averiguar es, independientemente de cómo se transmita después culturalmente la superstición, cómo se generan inicialmente las creencias supersticiosas y las ilusiones de causa-efecto; en qué circunstancias es más fácil llegar a desarrollar creencias falsas del tipo de “A causa B”, o “para conseguir B, lo que hay que hacer es A”, y en qué situaciones se mantienen y fortalecen ese tipo de creencias que luego, a veces, serán transmitidas culturalmente a otras personas que también las adoptarán como ciertas.

En los experimentos sobre ilusiones casales se utilizan normalmente varias versiones diferentes de un mismo programa de ordenador. Las versiones pueden diferir en el número, la frecuencia, la intensidad, la duración o la probabilidad de ocurrencia de determinados eventos que los voluntarios que participan en el experimento intentan conseguir (p. ej., pueden ser premios en un marcador, o la curación de un enfermo ficticio en un videojuego, o la finalización de un pitido, es decir, algo que el voluntario desea conseguir).

Los eventos deseados están programados para ocurrir en el ordenador siguiendo una secuencia que a veces depende de lo que haga el participante pero a veces es independiente de lo que éste haga. Sin embargo, y dado que el participante está tratando de conseguir los premios, cada vez que estos ocurren suelen coincidir con algo que el participante acaba de teclear, de modo que aunque no dependa de su conducta a menudo tenderá a asociar ambos eventos y a creer que la ocurrencia del premio se debe a lo que él acaba de teclear (ya sea el número 377 o el 18 o la barra espaciadora seguida por ctrl y enter… o vaya usted a saber). Es lo que se denomina normalmente ilusión de control (cuando es la propia conducta del sujeto la que éste percibe erróneamente como posible causa), o, de manera más genérica, ilusión de causalidad (cuando es un agente externo, por ejemplo, un curandero, el que parece que está causando la mejoría del enfermo ficticio en el videojuego).

Estas ilusiones de causalidad son como las ilusiones ópticas, se dan en todas las personas ante determinadas circunstancias. No es cuestión, al menos en principio, de ser más o menos inteligente o de tener tal o cuál tipo de personalidad (Wiseman y Watt, 2006). En determinadas situaciones todas las personas desarrollamos ilusiones causales basadas en coincidencias, y sólo el estar alerta y conocer a fondo este tipo de sesgos y errores que produce nuestro cerebro puede ayudarnos a mantenernos relativamente a salvo. La ilusión causal es en realidad un efecto colateral de la capacidad de aprender, y por tanto, cualquier ser con capacidad de aprender y de establecer conexiones entre eventos, incluso una paloma, o un robot, es en principio vulnerable (Matute y Vadillo, 2012).

Helena Matute.
http://www.redcientifica.org/ilusiones_causales_como_reducir_el_impacto_de_la_pseudociencia.php

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