Cuando pensamos en un rico asado, nos
imaginamos el aroma de las brasas y de la carne cocinándose. El dorado
maravilloso que se produce al asar carne, y que genera aromas y nuevas
sensaciones en la boca, es la consecuencia de reacciones químicas que tienen
lugar en determinadas condiciones.
El resultado es tan llamativo que ha
dado origen a uno de los mitos más difundidos y a la vez más erróneos de la
cocina. Ese mito sostiene que para obtener una carne jugosa se debe dorarla, acción
que sella sus poros y retiene el jugo en su interior.
Sin embargo, los músculos no tienen
poros. Y si pesamos una carne sellada y otra sin sellar, ambas cocinadas hasta
el mismo punto, constataremos que las dos perdieron la misma cantidad de
líquido, porque tienen igual peso. Pero al probarlas advertimos claramente que la
carne sellada nos parece más jugosa.
¿Qué pasó? ¿Por qué, a pesar de todo,
percibimos que la carne dorada o sellada resulta más jugosa?
La ciencia en la cocina: un poco de
química ayuda a entender los cambios que tienen lugar en los alimentos que
cocinamos.
¿De qué se trata? ¿Qué es la carne?
Los cambios de textura, sabor, jugosidad
y otros que advertimos al cocinar una carne se deben en esencia a las
modificaciones que experimentan sus distintas proteínas, y a que varía el
contenido de agua por efecto del calor. Para comprender cómo, a la hora de la
cocción, todos esos factores juegan en el resultado final es necesario considerar
la composición de la carne.
La carne de los animales que consumimos
proviene de los músculos de estos, que a su vez se componen de haces de fibras
musculares, tejido conectivo y tejido adiposo. La proporción de cada uno de
estos tejidos cambia según la especie y raza del animal, su edad, la función del
músculo y la forma de crianza. La tarea de los músculos es ejecutar los
movimientos del cuerpo: se contraen y relajan según el movimiento a realizar, algo
que cumplen las fibras musculares, cuyo trabajo conjunto contrae el músculo
completo.
Los cambios que se producen durante
la cocción de una carne se deben principalmente a los que sufren las proteínas
del tejido muscular. Este está formado por muchas proteínas diferentes, cada
una de las cuales se verá afectada de manera distinta por efecto del calor. El
resultado final, entonces, dependerá de la suma de los efectos sobre cada
proteína.
A medida que aumenta la temperatura
a la que se lleva un corte de carne, cambia su textura, color y contenido de
agua. Sus proteínas se desnaturalizan a distintas temperaturas. Para poder
entender los cambios que van ocurriendo durante la cocción, imaginemos la
célula muscular como un globo alargado que contiene unas esponjas mojadas
formadas por proteínas.
Al comienzo, hasta los 40ºC no se advierten cambios. Pasado
ese umbral, las proteínas (nuestra esponja) se van desnaturalizando y soltando
el agua que tenían atrapada.
Es justamente por la naturaleza
diferente de esas proteínas que existe un abanico de puntos de cocción, desde
el jugoso o sangrante (45-50ºC )
al muy cocido (arriba de los 70ºC ).
Durante la cocción la carne va perdiendo agua y, por lo tanto, se pone cada vez
más seca. Si el trozo de carne tiene mucho tejido conectivo, será dura, pero si
la cocinamos durante bastante tiempo el colágeno, que es la proteína principal
de ese tejido, se convierte en gelatina. Es así como con una cocción prolongada
el osobuco se deshace en la boca.
http://www.cienciahoy.org.ar/hoy130/doradocarne.pdf
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